Un año sin el Café Central

Todas las imágenes están hechas en el último día previo al cierre del Café Central - Mabel S. Carreño

Tabla de contenidos

Nostalgia

Hace un año que la Plaza de la Constitución está huérfana de café. Hace un año, fue en enero de 2022, que la cafetería de los malagueños cerró. 

Razones familiares, económicas, ahí no entro…  Sólo diré que el café en Málaga se pide diferente y lo inventaron en esta cafetería. 

Su origen se remonta a los años 20 y ya en el año 1954 su propietario José Prado, además de unificar tres de los cafés con más solera de la Plaza (Suizo, Munich y el propio Central) se preocupó ante el derroche de café, de inventar un sistema para las cantidades de leche y café. Como le faltaba uno para completar las dos filas, aparece el número diez:  el “no me lo ponga” que también es un café oiga…

Compártelo con un amigo

Mi café es una nube

Confieso que antes el café no me gustaba, hasta que aprendí a disimular la leche con un chorreón de café y descubrí que se llama nube… El Central me ha ayudado en esto de pedir mi preferido. Me dicen los de fuera que eso es un “manchado”. Pero a mi me parece mucho más romántico como le llamamos en Málaga: nube. Además huyo de quien se pasa de la raya (!qué solo es un dedo!) me reitero: – “Por favor una nube doble pero corta de café”. Desde entonces bebo nubes. 

Por ello el visitante que llegaba al centro de Málaga tenía un lugar donde, de no saber el nombre de cada café, podía consultarlo en el gran cuadro que colgaba de su salón o impreso en cada vaso o taza, (el de siempre aquí se toma en vaso). 

Este cartel desde donde me paro a hacer unas fotos, me trae muchos recuerdos. De recuerdos estaba llena esta cafetería.

Si miro atrás ahí veo:

Mi abuelo José María

Mi abuelo todas las tardes se sentaba bajo el cartel y pedía su vasito de café, solo. No el café, él. Día tras día reunía fuerzas para afrontar la soledad que le había dejado la partida de mi abuela. Paseaba todos los días por el centro de Málaga y se detenía en el Café Central, enrocado en sus pensamientos…  seguramente añorando, recordando cómo habían sido juntos los dos, siempre acompañados, siempre elegantes paseando cogidos del brazo por Alcazabilla, calle Granada o la Merced… ¡Qué alegría encontraros por esas calles! De paseo o de vuelta a misa de la tarde en la Iglesia de Santiago. No reparaba yo entonces que esos encuentros, esas tardes de cafeterías eran tan fugaces…

Es Semana Santa

Un hervidero de devotos y curiosos se agolpan para entrar al Central. Ya que además de un paso desde la calle Santa Lucía o pasaje Chinitas a la Constitución, por sus tres puertas, también era el oasis donde tomar algo, unos churros, un refresco, alguna necesidad fisiológica (previo pago) al wc siempre cuidado. 

El ruido de las cafeteras se mezcla con el sonido mántrico de los tambores y bandas de música de las procesiones al paso por la tribuna principal. Frente a ella las sillas que mis padres han tenido en abono durante muchos años. Así que hemos alternado el disfrute de las procesiones con las visitas al Central en esa semana de fervor malagueño. Esta cafetería fue refugio y lugar de encuentro de la Semana Santa, de maravillosos momentos en familia. Luego vendría el nuevo recorrido y nos hemos visto obligados a trasladarnos a otro lugar desangelado lejos de esta plaza (pero esto es otra historia…).

Parada obligada y punto de encuentro

¡Nos vemos en el Central! …¡Unos churros con chocolate por favor!, Charlas, intercambios culturales, lugar deseado de los turistas y visitantes. 

Aquí no tenemos una gran plaza como en Madrid u otras ciudades, donde la Plaza Principal es un enjambre de locales y cafeterías, restaurantes, etc. Pero esta cafetería le daba a  a nuestra Plaza la referencia de que te encontrabas en un lugar con historia, con sabor, con identidad… Un sentido de pertenencia a nuestra cultura que desgraciadamente estamos perdiendo.

¿A dónde vamos, Málaga?

Me da pena ver cómo Málaga está llenándose de franquicias, de tiendas en serie, de glotonería turística, de negocios al mejor postor, mientras se ven caer sacrificadas tiendas o locales de toda la vida. Pena me da ver tanta turronería, heladería, jamonería, yogurerías, hostelería vintage que trata de imitar lo que ha sido devastado pero que el público añora pese a todo. Pena de que en una tienda de Calle Larios se sorprendan porque: ¡ah! ¡hablas español!. 

Estoy a favor del turismo, de todos los valores y beneficios que produce en nuestra ciudad, orgullosa de Málaga cosmopolita y hospitalaria, pero sin que nos perdamos a nosotros mismos.

Recuperemos nuestra esencia, pero por favor, que no tengamos que fabricarla como un escaparate a modo de parque temático, no tengamos que recrear nuestra cultura en locales como si fuera un decorado que emula un pasado idílico porque hemos perdido el original… 

¡Viva los negocios de “toda la vida”!, los bares o las tiendas a las que me gustaría acudir si fuera una turista, y no una franquicia que encuentras en cualquier ciudad. Que se les deje vivir. Porque, desgraciadamente de estos van quedando cada vez menos.

Se nos fue el Café Central de la plaza más emblemática de Málaga. Atrás quedan los recuerdos que cada malagueño lleva en su interior.

Atrás quedaron también los cafés cantantes, las historias que en ellos se tejieron, los artistas que refugiaron y las señas de identidad que llevaban consigo. Las tiendas “de toda la vida” también se van yendo, ultramarinos, mercerías, sombrererías o relojerías. Ojalá resistan las que quedan. 

Recuperemos el lujo de pasear por el centro y nuestra historia, que no solo la forman los monumentos sino la esencia de nuestras gentes y sus locales. 

Va quedando atrás también mis recuerdos más queridos del Café Central, por ello he hecho este escrito, como homenaje a mi abuelo, por todos los abuelos de Málaga y las cafeterías que los han refugiado.     

Nos vemos en el CENTRO HISTÓRICO de Málaga.

Mabel S. Carreño 

+fotos

Entradas relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *